Preguntas frecuentes

Los cuestionamientos contra las iniciativas memorialistas suelen repetirse. Desde MHM tratamos de dar respuesta a dichos tópicos con algunos argumentos

Porque ahora es posible y más fácil. Tras las ejecuciones, la posibilidad de que las represalias o la violencia cayese también sobre la familia de las víctimas era muy alta. El estigma social sobre ellas era muy alto, produciéndose humillaciones, ofensas, incluso ataques contra ellas. Todo ello sumía a la familia en un gran miedo que les llevaba a no pedir ante la instituciones, que habían sido los verdugos, ningún movimiento al respecto. Eso rompería el silencio que pensaban les protegía, al pasar inadvertidos, como inexistentes. Tras la muerte del dictador, el vivir en democracia, las leyes de memoria histórica, un debate social específico de este tema, la democratización del relato histórico, la iniciativa de nuevas generaciones, los colectivos y asociaciones memorialistas, financiación pública… Todo ello facilita que la idea de exhumar y dignificar a las víctimas sea ahora más posible.

Creemos que esto es prioritario porque han pasado décadas sin que se haya gestionado y muchas de las familiares directas de las víctimas han fallecido o se encuentran en una edad muy avanzada y vulnerable. Es prioritario porque el tiempo va en contra de nosotras. Entendemos que pueda haber otras urgencias sociales o económicas que deban atenderse, pero que no sea a costa de nuestra espera.

Las víctimas de la fosa de Manzanares fueron ejecutadas en la posguerra, como primera aclaración. Son asesinadas, la gran mayoría, tras ser condenados en los Juicios Sumarísimos por tribunales militares franquistas que no orecían garantías ninguna de imparcialidad y justicia. Y es que el Estado de Guerra de Franco no fue derogado hasta julio del 1948. Por otro lado, no negamos que en el bando antifranquista hubiese abuso de violencia y crueldad. La guerra, cualquier guerra, cuenta con estas sombras. Y si bien está más que durante la guerra la violencia franquista fue más salvaje y sistematizada, no tenemos problema en repudiar la violencia, cruel e inhumana, dentro o fuera de las trincheras o los cuarteles.

Entendemos que la labor de dignificación recaiga más sobre las personas que pertenecieron al bando de las vencidas y vencidos, ya que las personas pertenecientes al bando victorioso fueron dignificados por su líder y sus políticas de diferentes maneras (mausoleos, esculturas, menciones...), subrayando la virtuosidad de sus muertes, impidiendo que cayeran en el olvido, reconociendo el dolor de sus familias y gozando además de la libertad de poder expresarlo públicamente, contando con el apoyo social e institucional en los procesos de duelo. Y esto es lo que queremos para las otras víctimas, las nuestras, que yazcan de manera digna e individualizada, y no enterrados como animales por quienes les asesinaron. Pero no se trata solo de la descompensación, sino de qué se pone en valor, qué se ensalza como modelos o referentes sociales. Y creemos que son las personas que lucharon contra el autoritarismo franquista y su violencia quienes merecen ese honor.

Entendemos que un proceso de exhumación es un proceso complejo de integrar psicológicamente, ya sea a título individual, familiar o colectivo. Esta complejidad, junto con otros factores (miedo aún existente, ideología políticas, etc.) hace que no todo el mundo apruebe la exhumación de su familiar. El problema es que esa negativa no debe bloquear la voluntad de otras familias y del Estado de reparar ese dolor causado. Los cuerpos deben exhumarse, ya que cada día que pasa y continúan enterrados en fosas es continuar el castigo sobre su honor y sobre sus familias. Si alguien de la familia se niega a ello, debe pensar en que quizás otros familiares, quizás en otro momento, quieran darle una sepultura digna.

Nuestra preocupación reside en que el dolor generado por procesos de duelo alterados o impedidos cale familiar y socialmente, generando polarización social, la cual puede ser arrastrada y transmitida a otras generaciones por el dolor escondido y silenciado. Pensar en que el dolor, con el paso del tiempo, desaparece sin más es una idea ingenua y no fundamentada. Hay heridas que nunca se han cerrado. Hay heridas que se han cerrado de manera forzada y el dolor continúa. Hay heridas que por no atajarlas han generado aún más dolor con el paso del tiempo. No sólo se trata de cerrar heridas, sino de sanarlas, si es que tras tanto tiempo aun es posible.

Parece que siempre es un mal momento para ello. Recién terminada la dictadura era demasiado reciente, podrían avivarse conflictos aún muy vivos. Años después, parecía que no se quería asumir el cambio a la democracia, como que seguir pidiendo ese tipo de cosas era mirar atrás y eso entorpecía el ritmo de la sociedad. Más tarde, nos dicen que ya es demasiado tarde. No es el pasado, sino una deuda con el pasado que queremos saldar cuanto antes

Si considerarse venganza deberíamos actuar con una violencia proporcional a la recibida, y eso es algo evidente que no ocurre. Nos mueve el honor, el miedo, el silencio y la valentía de nuestras familiares. Nos dicen que dejemos en paz a los muertos. No comprenden que es precisamente lo que buscamos.

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