lunes, 7 de noviembre de 2016

I Homenaje "Una vida, una flor" 2016

Se pagó la novatada de la confusión al no establecer punto de encuentro previo. Son muchas y muchos quienes desconocen que en el cementerio de Manzanares hay dos fosas comunes. Poco a poco, ya pasadas las 12h, nos fuimos encontrando y agrupando en torno a la fosa de la tapia norte. Se mezclaban escepticismo y nervios. Para muchas de las que estábamos allí habíamos vivido el recuerdo sólo con nuestras familias, o al menos con parte de ellas. Eran rostros apenas conocidos, de vecinos y vecinas, pero que imaginábamos guardaban historias similares a las propias y de ahí la razón de encontrarnos. Su presencia daba certeza a algo que ya sabíamos pero que nos costaba sentir: el dolor no sólo atravesó a nuestra familia. Eso nos hermanaba.


De manera breve y escueta, como prólogo, se explicó quienes convocábamos, dejando claro el protagonismo de los familiares y el único interés de rendir tributo para dignificar a nuestros fallecidos, dando a conocer la idea del guion que llevábamos e invitando a charlar más detalladamente sobre el proyecto tras el homenaje.
Como inicio, se leyó el siguiente texto, donde suspiros y nudos interrumpían su lectura:


Tras una guerra de tres años, el dolor de la derrota se sumaba al de la incertidumbre. La pugna continuaría, pero esta vez, solo para uno de los bandos, el de los vencidos. Nombres, apellidos y apodos, de aquí y allá, eran señalados por unos dedos que entrañaban tanto peligro como aquellos que apretaban un gatillo.

Su primer destino sería el encierro, negándoles la libertad, aquello por lo que lucharon. Miseria y enfermedad les acompañaron, bien en el campo de concentración que fue la plaza de toros, o bien en prisión, en el hoy utilizado como centro de salud, cuyo edificio parece haber olvidado que si bien ahora protege la vida antes la arrebataba. A quienes sobrevivían y por grupos, los paseaban para ser juzgados. Los caminantes, durante el recorrido por el pueblo, escuchaban los lamentos de quienes de ellos se compadecían y las injurias de quienes se ahogaban en su sed de venganza. Por falta de espacio, el Gran Casino fue el lugar elegido para sentenciarles. El azar fue sin duda tan ansiado como ausente, en un tribunal donde los uniformes bien parecían el atrezo de aquella macabra farsa titulada “Justicia”, farsa abierta tanto al público acallado por el miedo como al engreído por el odio. Y aquí yacen quienes no fueron tocados por la suerte, la suerte de la clemencia solicitada, la suerte de conocer a alguna eminencia local o la suerte de una fuga certera. Ejecutados en la tapia norte de este cementerio, se sumaban a las decenas de miles de personas asesinadas en el Estado español tras la guerra, contribuyendo al trágico y vergonzante puesto como segundo país a nivel mundial con mayor número de personas víctimas de desapariciones forzadas cuyos restos no han sido recuperados ni identificados.

Hoy nos reunimos para impedir que el olvido ignore nuestra historia, para vencer un miedo que silenció, silencia, cala y se hereda, para evitar que se vuelva a justificar el castigo, el dolor y la muerte, para desterrar el odio que desdibuja los límites de lo humano, para liberar los susurros anudados en gargantas y ahogados en lágrimas, para convertir la vergüenza arrastrada en digno orgullo.

Porque os enterraron sin saber que erais semillas, vuestras vidas brotan en nuestro recuerdo.


 Se leyeron los 24 nombres de quienes se encontraban enterrados en esa fosa. Ésta se abrió en el 1939, terminada la Guerra Civil española con la victoria de los golpistas. Se ubicaba fuera de los límites del cementerio, ya que los que serían ejecutados no solicitaron la extremaunción y el ayuntamiento, ya franquista, les negó el ser enterrados dentro del campo santo. La parte de la tapia norte que separaba la fosa del resto del cementerio se conocería como el “muro de la vergüenza”, ya que se suponía que los familiares deberían avergonzarse por tener allí enterrados a sus familiares y avergonzarse de rendirles luto y honores. Este muro fue derribado ya en democracia. Tras el último nombre, se entregó una flor por cada uno de ellos, como se iría repitiendo con todas las víctimas, y se leyó el poema “Contra el olvido”, escrito por un familiar de uno de los ejecutados y asistente al homenaje:

Contra el olvido, de Domingo Labián González-Román 

Es difícil imaginar... tanto agobio y sufrimiento,
arrastrando sus canallescas penas de muerte...
CUANDO LLEGARÁ EL MOMENTO???.
En sus mentes... el recuerdo dulce y amargo de la familia,
y quizás sus recuerdos de amoríos intensos,
recuerdos... en el corazón grabados a fuego,
por una guerra fratricida que perdieron...
sin perdón y sin remedio!!

De noche, antes que llegara el alba,
removiéndose en sus camastros...
ESCUCHABAN DE LOS FRIOS CERROJOS...
SUS CHIRRIANTES CANTOS!!!

Para esa gente que trabajó y luchó,
siempre fiel a su ideología, y a su pensamiento,
por soñar vivir en LIBERTAD...
ZAS... EL FUSILAMIENTO!!

Fresco y sofocante a la vez, el otoño,
cuando luce el sol del membrillo,
único testigo en otro amanecer...
DE MÁS CRÍMENES COMETIDOS!!

La tapia, queda otra vez marcada,
marcada, por más balas asesinas,
balas que han vuelto a pasear la muerte...
POR ESTAS TIERRAS TAN LIMPIAS!!
tierras para sembrar,
tierras que quedaron por siempre abonadas...
CON SANGRE DE LIBERTAD...

LA DE ESA GENTE ASESINADA!!

Hay de por vida una deuda, con esta gente honrada y sencilla,
Y con voz bien despierta, Dulce...
DULCEMENTE LO GRITA...
POR SI ACADO SE NOS OLVIDA!!

Nos trasladamos a la otra fosa común, la mayoritaria. Aquí fueron enterrados quienes pidieron la extremaunción, bien por deseo o como último recurso al deseado indulto. A diferencia de los anteriores, fueron enterrados con ataúdes, sabiendo que a algunas familias (quizás a todas) les hicieron pagar dicho ataúd, condenando a cárcel por varios años a las esposas que se negaron a ello bajo el argumento “vosotros los matasteis, vosotros pagáis el ataúd”. Diferentes familiares, que se animaban a participar y a hacer más propio y emotivo el acto, leyeron los 255 nombres recogidos en las diferentes losas, ya que además del nombre de los fusilados, algunas familias incluyeron el nombre de quienes perdieron la vida durante la guerra o la dictadura, aunque no estuvieran allí sus cuerpos. Fue su manera de hacerles presentes, inscribiendo sus nombres.

Tras entregar los ramos de claveles se leyeron los siguientes poemas: 

Ese gran simulacro, de Mario Benedetti

Cada vez que nos dan clases de amnesia 
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de ausencia
muñones de porvenir/arrabales de duelo
pero también candores de mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo de otoño
sentimientos insoportablemente actuales
que se niegan a morir allá en lo oscuro

el olvido está tan lleno de memoria
que a veces no caben las remembranzas
y hay que tirar rencores por la borda


en el fondo el olvido es un gran simulacro
nadie sabe ni puede/ aunque quiera/ olvidar
un gran simulacro repleto de fantasmas
esos romeros que peregrinaran por el olvido
como si fuese El Camino de Santiago

el día o la noche en que el olvido estalle
salte en pedazos o crepite/
los recuerdos atroces y los de maravilla
quebrará los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por el mundo
y esa verdad será que no hay olvido.


La larga noche, de Rubén Edgardo Sánchez (hijo de un desaparecido de Argentina)


Hay quienes nacieron ANTES de la Larga Noche 
y vieron cómo de a poco se les iba el día
cómo todas las calles quedaban vacías
de luces y sueños, cantos y poesía

Hay quienes nacieron DENTRO de la Larga Noche
y no conocieron las luces del día
que ignoran su sino, su norte, su guía
su origen incierto pesa todavía

Hay quienes nacieron LUEGO de la Larga Noche
pero saben que algo sucedió aquel día
algo grave entonces marcó nuestras vidas
y hoy a treinta años duele todavía.

Fosas comunes, de Joaquín Sabina

No es lo mismo el ejército que la gente, 
aunque, quien más quien menos, todos mataron
al rojo, al facha, al primo de los de enfrente,
fue más cruel el terror de los que ganaron.

Declararon rebelde lo más decente,
purgaron a los tibios y fusilaron
al pedagogo, al ácrata, al inocente
que defendió las leyes que profanaron.

Tantos años después siguen discutiendo
quién era el malo, el bueno, el noble, el tirano,
el Judas, el Caifás, el samaritano
quién pierde cuando gana y gana perdiendo.

Los hijos y los nietos de la sangría
hartos de tanto valle de los caídos
en vez de odiar soñamos que llegue el día
de rescatar la honra contra el olvido.

Se pide la memoria, no la venganza,
la historia, no el garrote para el impune,
aquí no hay más Quijote que Sancho Panza,
y quedan demasiadas fosas comunes.

Tras estos versos, agradeciendo inmensa y repetidamente la ayuda, participación y presencia de quienes nos encontrábamos y también de quienes nos apoyaron desde diferentes puntos del país, y con un sentido aplauso, se dio por finalizado el homenaje.


¿Y ahora qué? Había dudas, y se habló sobre el grupo, el proyecto y sus intenciones, y las ganas de compartir y de intercambio entre las familias hizo que el acto se alargara por un tiempo, más distendido, espontáneo y cercano, con muestras de agradecimiento, sonrisas, cariño, abrazos y besos, habiéndose logrado el principal objetivo de la convocatoria: generar un encuentro fraterno de dignificación.

Eran en torno a las 13.30h. cuando marchábamos con una sensación especial de alegría.


No hay comentarios:

Publicar un comentario